La edificación sustentable en Chile se incluye el edificio del Centro de Ecología Aplicada (CEA). Tiene una superficie de 1.200 metros cuadrados, distribuidos en dos torres de tres pisos cada una. Está ubicado en la comuna de La Reina de la Región Metropolitana y fue construido hace una década con una técnica que mezcla tierra y paja sobre una estructura de acero. La obra gruesa estaba levantada antes del 27 de febrero de 2010 y no sufrió ningún daño con el terremoto ocurrido la madrugada de ese día. Fue terminado durante 2011 y desde entonces ha resistido sin problemas los innumerables temblores que habitualmente sacuden la zona central del Chile.
Mientras, por estos días en la Región de La Araucanía está en proceso de recepción un conjunto de 53 casas del proyecto Vivienda Origen, financiadas en gran medida con subsidio estatal (Programa de Habitabilidad Rural DS10) y construidas utilizando en sus muros la técnica de quincha seca –con paja y pulpa de celulosa- y revoque o revestimiento de tierra. Para su diseño se consideró tanto la pertinencia cultural de la zona, mayoritariamente mapuche, así como la eficiencia térmica, indispensable para esa zona, que es fría y húmeda.
Cuando se habla de edificación sustentable en Chile, se habla tierra y paja y se piensa en adobe, bloques hechos con esos materiales cuyo uso se extendió durante años en viviendas de pueblos y ciudades del país, pero que producto de la falta de mantención y de las modificaciones estructurales inexpertas se fueron deteriorando, en especial con los terremotos.
Sin embargo, la tierra y la paja pueden ser utilizadas de muchas otras formas en la construcción y así se está haciendo desde hace varias décadas, incorporando innovación y tecnología, en lo que constituye una arquitectura contemporánea en tierra. Se le denomina Bioconstrucción, concepto que propone un habitar más saludable tanto para las personas como para el medio ambiente, mediante una propuesta de economía circular sustentable financieramente.
Según explican desde el Gremio de Bioconstrucción de Chile, las técnicas desarrolladas incluyen materiales como tierra cruda, paja, bambú, cal, madera y cartón, los que se mezclan para dar forma a sistemas constructivos como la quincha seca, húmeda y densa (básicamente tabiques rellenos con paja y otros materiales); muros de fardos de paja (poste viga, Nebraska, prefabricados); adobe, adobillo, y soluciones mixtas en base a reciclaje de materiales industriales.
Para ajustarse a los estándares legales del país, toda construcción nueva debe contar con una estructura -de madera, acero, hormigón- que otorgue resistencia ante los sismos, lo que excluye la edificación hecha exclusivamente con adobe, pero permite el uso de innumerables materiales, entre ellos la tierra y la paja, como rellenos.
En el caso del edificio del CEA, se trata del más grande (mayor superficie y altura) realizado con sistemas de bioconstrucción en Chile. “No es solo tierra y paja, es una técnica que se llama quincha metálica; tiene un esqueleto de acero que hace que sea anti-sísmico al tiempo que permite darle altura y jugar más con la arquitectura”, explica el director del Centro, Manuel Contreras Leiva.
Contreras, doctor en Ciencias y especialista en Ecología, fue quien tomó la decisión de utilizar esta técnica y cuenta que hubo dos razones predominantes: sostenibilidad y costo. “Gran parte del volumen de materiales que ocupas es natural, yo diría que al menos el 50% estaba en el terreno, además, no son postprocesados, salvo el fierro, entonces hay muy poco intermediario (…) Todos los pisos, los muebles, puertas, ventanas, todos los marcos son de roble reciclado; como eso se hizo justo después del terremoto, había mucha madera nativa disponible”.
Edificación sustentable en Chile: a prueba de fuego
Respecto a la sostenibilidad de estas técnicas, la secretaria ejecutiva de Construcción Sustentable del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), Paola Valencia, señala que “estos materiales tienen muchos atributos, que otorgan puntaje en la Certificación de Vivienda Sustentable (CVS); por ejemplo, como son locales (regionales) tienen muy baja huella de carbono en transporte, igual que en procesos de producción; tienen rápida renovación, por ejemplo, en los fardos de paja es menos de diez años; y en general es mano de obra local”.
La certificación que señala Valencia, es una herramienta voluntaria, disponible desde comienzo de este año para construcciones nuevas, sobre la base de los Estándares de Construcción Sustentable para Viviendas (Minvu, 2016) que, entre otros aspectos, abordan la eficiencia energética e hídrica, uso de materiales sustentables, gestión de residuos e impacto ambiental.
Sin embargo, más allá de la CVS, el ministerio cuenta con Listados Oficiales de Soluciones Constructivas, donde se incluyen los materiales que cumplen con la normativa y tienen su debida acreditación. En esas listas aún no se encuentran los materiales de bioconstrucción. Para esto se requiere de ensayos de laboratorio que prueben que el comportamiento acústico, térmico y de resistencia al fuego se ajusta a las exigencias establecidas en la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción. Dichos ensayos se han hecho para algunos de los biomateriales, pero el proceso administrativo para oficializarlos ha sido muy lento.
Estar incluidos en esas listas posibilitaría, por ejemplo, un uso expedito de estos materiales para construir viviendas sociales. En algunos casos se han usado y el Serviu (órgano regional) asume la responsabilidad, explica Valencia y menciona como ejemplo el proyecto Vivienda Origen.
La encargada ministerial de Construcción Sustentable cuenta que, desde hace unos tres años, están colaborando con profesionales que trabajan con paja y tierra para promover esas técnicas y estandarizarlas. Con ese objetivo, dice, “apoyamos ensayos de laboratorio de quincha seca y quincha húmeda, para medir el comportamiento acústico, térmico y ante el fuego, probando con diferentes revoques. (…) Los ensayos tuvieron muy buenos resultados, de hecho, en resistencia al fuego tuvo un desempeño súper bueno. Ahora estamos en proceso de oficializar esa información para incorporarlos a la lista de soluciones constructivas, para que más gente pueda acceder a la información y usar estos materiales, así que es muy probable que en 2021 se incluyan en los programas habitacionales”.
Una de las personas con las que ha colaborado el Minvu es el arquitecto Jorge Broughton, pionero de estas técnicas en Chile. Junto a otros bioconstructores, Broughton intenta promover el uso de estos materiales y, especialmente, llegar a sectores de menor poder adquisitivo, atendiendo a que permite tener bajos costos sin sacrificar calidad. Si bien domina varias técnicas, este arquitecto se ha especializado en construcción con fardos de paja. Cuenta que querían implementar ese sistema en viviendas sociales, pero el muro de fardo mide 50 centímetros de ancho, lo que le quita mucho espacio interior a las casas cuando el terreno es reducido.
“Por eso hicimos el proyecto de ensayar una quincha seca, una estructura de madera rellena con paja, estucada con barro por ambas caras, donde el muro da unos 15 centímetros de espesor, con lo que se genera una superficie útil mucho mayor en las casas”.
Los resultados fueron muy positivos. “La transmitancia térmica nos dio 0,7 por metro cuadrado (buena aislación del frío y el calor), con lo que funciona casi en todas las zonas climáticas de Chile; nos dio una reducción sonora de 47 decibeles (excelente aislamiento acústico); y una resistencia al fuego de 121 minutos”, relata Broughton, en cuya página web están disponibles estos estudios para quien los quiera usar, por ejemplo, para presentarlos en alguna dirección de obras municipal y obtener permiso de construcción o regularizar una obra.
Las pruebas de laboratorio, cuenta el arquitecto, son caras, y en el caso del fuego hay que pagar una especie de taxímetro por lo que, a mayor tiempo, mayor precio. “Esos ensayos los hicimos junto a Oscar Carrillo y Romina Acevedo, de Corporación Protierra, cada uno puso de su bolsillo hasta llegar a dos horas, pero podía haber resistido hasta 180 minutos, que es lo que exigen para construcción industrial”. De hecho, el informe del Idiem (centro de control de calidad de materiales de la U. de Chile) sobre esta prueba señala en la conclusión: a los 121 minutos se dio término al ensayo, no observándose aparición de falla hasta ese momento.