Por Javier Mosquera, Director General de 3g office Argentina
Para movernos en la ambigüedad y la incertidumbre del mundo actual ya no nos alcanza la lógica analítica, racional, objetiva, los datos cuantitativos y las soluciones “correctas”. Porque más allá de resolver problemas, necesitamos innovar, generar oportunidades y crear soluciones que agreguen valor. Sin embargo nuestras oficinas y colegios tienen algo en común: sus espacios, monótonos, pasivos, impersonales, rígidos y fragmentados, no nos estimulan ni nos inspiran. ¿Por qué siempre estamos deseando que termine la jornada o llegue el viernes? ¿Qué es lo que no encaja?
Creo que todos tenemos la capacidad de desarrollar nuestro potencial creativo. Y esto va de la mano de la interacción social, poderoso motor de innovación donde surgen nuevas ideas y formas de hacer las cosas. Creatividad e interacción social son habilidades clave del siglo XXI, y su desarrollo se basa en las emociones. Se dice que es fundamental sentir pasión por lo que hacemos, tener sueños, imaginación, curiosidad, desplegar nuestras emociones. Pero para eso necesitamos que los espacios donde trabajamos y aprendemos nos permitan activar la mente y el cuerpo, ya que de lo contrario la actividad cerebral puede disminuir. Porque hacemos mejor las cosas cuando estamos activos, cuando nos movemos en lugar de estar largos períodos sentados entre cuatro paredes y un techo (algo nada inspirador), cuando participamos de experiencias significativas en equipo en lugar de permanecer aislados en escritorios o pupitres. Porque así se desencadenan áreas del cerebro responsables del pensamiento, la creatividad y la atención, lo que explica por qué muchas veces las mejores ideas las tenemos cuando charlamos con otras personas o simplemente cuando caminamos.
Necesitamos espacios de trabajo y aprendizaje que sean más flexibles, no tan rígidamente planificados, que permitan una mayor libertad de movimiento. Lugares que nos entusiasmen, que ejerciten nuestra mente, que permitan múltiples comportamientos y actividades. Espacios que estimulen la interacción social y los encuentros ocasionales que de otra manera no se producirían, aprovechando así la “chispa” de la casualidad. Espacios donde empleados y estudiantes encuentren sentido a lo que hacen, y que favorezcan tanto las actividades individuales como las colaborativas. O sea espacios que inspiren, porque la inspiración es el motor de la pasión. Y sólo los empleados y estudiantes apasionados serán capaces de crear nuevas soluciones a los problemas e impulsar la innovación.
No se trata de crear espacios más o menos a la moda, sino auténticos, significativos, y que impulsen a mejorar la forma de hacer las cosas. El espacio físico tiene un rol esencial en la experiencia de las personas, y una enorme capacidad de promover determinados comportamientos. Una pequeña modificación podrá generar cambios sustanciales y alentar a estudiantes y empleados a tomar mejores decisiones y desarrollar el pensamiento creativo, sin depender tanto de las instrucciones.
¿Cómo podemos aprovechar el diseño de nuestras oficinas y colegios para desafiar el status quo, inspirar el cambio, y motivar a empleados, gerentes, estudiantes y profesores?
El próximo 14 de noviembre, Buenos Aires acogerá la Education Design Conference en la que expertos del sector educativo analizarán la transformación por y para las personas hacia la #nuevanormalidad.