En un mundo cada vez más urbano, cobran relevancia nuevas miradas y aproximaciones que permitan innovar en la reconfiguración del espacio público, ubicando al ciudadano en el centro de la transformación urbana con un papel protagónico en el proceso transformador.
Cada vez es más evidente la capacidad de los ciudadanos de involucrarse en procesos urbanos y su interés, entre otros aspectos, por recuperar espacios públicos de calidad en sus ciudades, apalancados en las tecnologías digitales ¿Cómo podemos disponer en las ciudades, de mayores espacios públicos verdes? ¿Cómo inciden las tecnologías, la riqueza de las redes y los conceptos de producción y financiación entre pares, en potenciar y viabilizar iniciativas ciudadanas para la reconversión, adecuación, creación, uso y aprovechamiento de espacios públicos?
El Lowline es un proyecto de parque subterráneo en el Lower East Side de Manhattan, que pretende darle un nuevo uso a la primera terminal de Williamsburg (Essex Street), que fue inaugurada en 1903 y se encuentra abandonada hace siete décadas, después de haber suspendido su servicio de tranvía en 1948.
Los promotores del proyecto, lo sustentaron en tres principales razones: La necesidad de espacios verdes en uno de los barrios de Nueva York con menos espacio público disponible; la posibilidad de recuperar un espacio único de la historia de la ciudad que ocupa 4.100 metros cuadrados abandonados; y la inspiración de la tecnología que permite recoger luz solar en la superficie y derivarla a un complejo laberinto de reflexión que la multiplica hasta generar una sensación de luz natural a varios metros bajo el suelo y permitir, además a las plantas, árboles y césped realizar la fotosíntesis.
Son diversos los ejemplos de iniciativas ciudadanas que promueven el uso de espacios verdes en azoteas, solares, autopistas e incluso en rieles elevados como el emblemático parque High Line de Nueva York; pero este proyecto es inédito por tratarse de un parque subterráneo que debe enfrentar el desafío de mantener con vida la vegetación en esas condiciones bajo el suelo y a su vez generar un espacio público que incite al esparcimiento de los ciudadanos.
El Lowline es una iniciativa ciudadana que surgió en 2011 a partir del liderazgo de Dan Barasch y James Ramsey, un grupo de promotores profesionales en arquitectura y conocedores de la tecnología requerida para el manejo de la energía solar, a los cuales se han ido sumando voluntades de los vecinos de la zona y el apoyo de otras personas e instituciones, incluyendo el departamento de Parques y la junta de la comunidad local. Dada la envergadura del proyecto y su carácter innovador, fue necesario desarrollar un laboratorio denominado Lowline Lab que probara el concepto del parque y la tecnología en escala real. Lo anterior pudo hacerse realidad gracias al aprovechamiento de las redes y la tecnología para alcanzar de forma exitosa el financiamiento colaborativo. El Lowline recaudó USD $155,186, mediante los aportes de 3.300 personas, en la plataforma de financiamiento colectivo o “crowdfunding” Kickstarter, para el desarrollo de Lowline Lab.
Es así como se evidencia que el dinamismo con que se crean soluciones tecnológicas reconfigura múltiples aspectos del mundo urbano, genera flujos de información digital y de recursos, accesibles, cuyo desafío es gestionarlos. Las tecnologías digitales incentivan nuevos modelos de participación ciudadana, bien sea para aportar recursos económicos (crowdfunding) o de otro tipo, permitiendo sumar capacidades (crowdsourcing), identificar prioridades con propósitos comunes, generando por una parte la reorganización de las formas de producción, hacia una producción distribuida en pequeños módulos independientes como el caso de Wikipedia; y por otra, nuevas alternativas de participación ciudadana en los procesos de transformación urbana. Las nuevas formas de producción incursionan en pasar de la contribución de expertos a la contribución de participantes, que no necesariamente requieren tanto nivel de experiencia pero logran en red una producción de calidad a partir de la interacción y la colaboración.
La transformación digital de la economía conduce a nuevos procesos, nuevos productos con menor intermediación, y es así como se han transformado industrias completas tales como la industria musical, turística, y más recientemente la industria financiera con la aparición de infinidad de modelos de negocios que generan disrupción a los servicios financieros, con nuevas plataformas de financiamiento colectivo o “crowdfunding”, plataformas de préstamos de persona a persona, lo que adicionalmente evidencia los cambios en el financiamiento y en los procesos de producción. El crowdfunding urbano constituye un ejemplo en el camino a la desintermediación y a la eliminación de costos de transacción.
Sin embargo cabe destacar que los proyectos urbanos tienen características particulares que representan desafíos adicionales al financiarse de forma colaborativa, respecto a los proyectos tradicionales, se argumenta que la mayoría de las plataformas de crowdfunding están diseñadas para financiar proyectos de menor escala que los proyectos urbanos, o que los financian por fases como el caso del proyecto +Pool en Nueva York, que ha recolectado en la plataforma Kickstarter varias campañas de financiamiento. Es muy importante destacar que tanto en el Lowline como en el proyecto +Pool de Nueva York, se financiaron prototipos a escala real de las soluciones constructivas. Una de las plataformas enfocadas específicamente en crowdfunding es www.spacehive.com/about.
El desafío de estas plataformas está en incluir información a la medida de este tipo de proyectos, tal como las fases de cada proyecto, los avances en la obtención de permisos y licencias de construcción, entre otros aspectos que permiten dimensionar de mejor forma los requerimientos de fondeo y el alcance de los mismos para lograr su ejecución; así como tener una visión sistémica basada en que el financiamiento colectivo es un componente que aporta al proyecto pero no garantiza su éxito por si mismo.
En el caso del Lowline Lab desarrollado para probar la tecnología que se utilizará en el parque subterráneo Lowline, el laboratorio estuvo en funcionamiento de octubre de 2015 a febrero de 2017 y cumplió con el propósito de demostrar la viabilidad del proyecto mayor. Ha probado que la tecnología solar es totalmente funcional, así como el concepto del parque en escala real. El Lowline Lab contó con más de 100.000 visitantes de todas las edades. Se espera que el parque esté en funcionamiento aproximadamente en 2021.
Es evidente que “las nuevas soluciones tecnológicas han facilitado la relación entre ciudadanía y administraciones públicas en dos direcciones; por un lado la incorporación de la ciudadanía como parte de los actores en la gestión de lo público, y por otra, el reto de las administraciones públicas para consolidar una gestión centrada en el buen gobierno” (Continente et al 2016). Sin embargo, persisten desafíos en lo que se refiere a financiamiento y sostenibilidad de iniciativas ciudadanas de desarrollo urbano de mayor escala, por las dimensiones, los requisitos y los plazos de desarrollo de estos proyectos.
Estamos ante un escenario interesante que invita a la iniciativa ciudadana, a la acción colectiva y a la innovación urbana, donde aún hay mucho camino por recorrer y el caso del Lowline es un ejemplo concreto de iniciativa ciudadana, innovación, financiación colectiva y visión de largo plazo, que si bien aún tiene hitos por concretar para su realización, los logros alcanzados son suficientemente inspiradores para incentivar a la participación ciudadana en otras partes del mundo a incidir en materia de transformación urbana.
Clementina Giraldo
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