Por: Arq. Gustavo Di Costa
La Calidad Total de una obra debe de forma holística y a priori, ya que debe ser tenida en cuenta desde la concepción del proyecto, porque involucra dos dimensiones: tanto la ejecución de la obra, como el desarrollo de la misma y su estética. Aplicada al mercado de la construcción, la calidad asegura el proceso de gestión completa de la obra, desde su concepción hasta su etapa de post-entrega.
La Calidad queda definida como el conjunto de propiedades y características de un producto o servicio que le confiere su aptitud para satisfacer unas necesidades expresas o implícitas. La gestión de la calidad constituye entonces un conjunto de acciones planificadas y sistemáticas necesarias para proporcionar la confianza adecuada de que un producto o servicio satisfacerá los requisitos dados sobre la calidad. Es un complemento de la serie de normas ISO 9000. En ella se definen términos relacionados con la calidad. Clarifica y normaliza los términos relativos a la calidad que sean aplicables al campo de la gestión de la calidad. La necesidad de utilizar una terminología normalizada a efectos de evitar malentendidos o confusiones, obligó al desarrollo de una norma auxiliar que precisara términos y conceptos.
Así surge el concepto de Calidad Total, el cual aplicado en nuestra industria asegura el proceso de gestión completa de la obra, desde su concepción hasta su etapa de post-entrega, en forma gradual y permanente. Ello implica como mínimo: El compromiso y liderazgo por el cambio de los responsables técnicos de estudiar las propuestas, realizar la programación, los métodos de trabajo y los encargados de llevar el control del trabajo; el compromiso y liderazgo por el cambio de los profesionales proyectistas y ejecutores de las obras; transmitir los conceptos de Cambio y Calidad a todos los operadores del proceso constructivo, y finalmente, formar equipos integrados, interactivos e interdisciplinarios.
La calidad de una obra puede pensarse “a priori”, desde dos puntos de vista. Uno más relacionado con la actitud constructiva -la ejecución de la obra-; generadora de la calidad de construcción; otro relacionado a la etapa de proyecto -la estética-. De allí resultaría la calidad del diseño. Resulta evidente que un edificio no tendrá calidad si no ha sido eficientemente proyectado. Allí el constructor, aunque sea el mismo proyectista, no podrá plasmar esa “especialidad” con la que ha sido pensado. El proyectista que sea luego el Director de Obra, si no pensó en la calidad en la etapa de proyecto, difícilmente logre una buena calidad del producto final. El proyectista, entonces, en cada decisión de diseño, deberá tener en cuenta la calidad del producto final, la calidad espacial y la calidad constructiva -e incluso- la calidad de los sistemas de ejecución de la obra.
Un importante porcentaje del éxito del proyecto estará supeditado al talento del proyectista, pero otro gran porcentaje permanecerá directamente relacionado con el esfuerzo que el mismo disponga para resolver cuestiones de calidad básicas para toda obra de arquitectura; como el emplazamiento en el terreno, las visuales, el asoleamiento, la selección de insumos, texturas y colores, la vegetación, etc.
Los citados constituyen factores fundamentales, no solo para alcanzar el objetivo de calidad, sino también para plasmar las buenas intenciones del proyecto.
Fuente: Entreplanos