Por Javier Mosquera, Director de 3g office Argentina
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Una de las principales características de los procesos de transformación de los espacios corporativos de trabajo es que –independientemente de su escala– tienen la complejidad de involucrar a una gran diversidad de equipos. En medio de este complejo escenario, el Director de Proyecto debe llevar a cabo varias funciones que requieren ciertas habilidades fundamentales. En la primera parte de este artículo comenté tres habilidades a las que considero esenciales a la hora de convertirse en un buen Director de Proyecto: conducción, actitud, y comunicación. A continuación comento otras siete habilidades a las que también considero esenciales.
MÉTODO
No se basa solo en el oficio sino que establece y utiliza sistemáticamente procedimientos y plantillas, porque sabe que un método sólido, coherente y continuo durante todo el proceso, es la manera más eficaz de gestionar el proyecto, de alcanzar los objetivos y de lograr la trazabilidad del proceso. Aunque la elaboración de planes, minutas, reportes, informes, agendas, y entregables, puede resultar, por momentos, un asunto tedioso y burocrático, sabe que estas herramientas son básicas para una buena gestión. Adapta su metodología a una realidad cambiante, empleando las nuevas tecnologías para modificar la forma de organizar el trabajo.
MEJORA CONTINUA
A un Director de Proyecto lo entusiasma mejorar la calidad de los procesos, y en cada iteración se propone hacer las cosas un poco mejor y más rápido. Identifica las lecciones que aprendió y tiene la capacidad para seguir aprendiendo. Es muy exigente en cuanto a los resultados aunque también lo es en cuanto a la forma de alcanzarlos. Esquiva el “más o menos” y evita responder “no tengo novedades” o “no consigo hablar con tal o cual persona”. Por el contrario, ante las necesidades de un cliente, siempre apunta a buscar soluciones que, incluso, superen sus expectativas.
VALOR AGREGADO
Un Director de Proyecto se esfuerza por brindar ideas y soluciones creativas para cumplir con los objetivos establecidos. Cree que si no aporta valor al proyecto, a la organización y al equipo, su trabajo se empobrece.
PROACTIVIDAD
La proactividad es otra de las habilidades fundamentales que debe desarrollar un Director de Proyecto. Este nunca pierde de vista cuáles son los objetivos, las prioridades y el cronograma. La pregunta “¿Qué pasa si…?” está siempre presente. Es capaz de identificar los temas críticos antes de que estos se conviertan en problemas. De esta forma se anticipa a cualquier situación y puede elaborar un plan B que prevea cualquier tipo de imponderable. No solo hace recomendaciones sino que toma la iniciativa y sin dilaciones pasa directamente a la acción. Nunca deja para mañana lo que puede hacer hoy. En el caso de que para entregar algo dependa de terceros y, por lo tanto, el resultado escape a su total control, es perseverante en la tarea de realizar el seguimiento adecuado para lograr el resultado que desea.
FLEXIBILIDAD
Un Director de Proyecto es resiliente y puede moverse cómodo en la ambigüedad. Se adapta con rapidez a entornos versátiles y a situaciones impredecibles o con una gran cantidad de variables. Para eso utiliza diferentes estrategias, admite retrocesos y avances acelerados no planificados, y asume riesgos previamente calculados. Tiene una mentalidad flexible para trabajar por colaboración o por proyectos específicos. Piensa y organiza el trabajo de manera dinámica, maneja adecuadamente la incertidumbre, y no teme alejarse de la zona de confort de los procedimientos tradicionales para incursionar en terrenos menos explorados.
JUEGO EN EQUIPO
Un Director de Proyectos juega en equipo, se apoya en él y es consciente del impacto de su contribución a este, porque para él no existen los “otros” sino “nosotros”. Por esta razón, colabora con el resto del Equipo de Proyecto y actúa con responsabilidad tanto individual como colectiva.
EL CLIENTE ANTE TODO
Para un Director de Proyecto, su principal objetivo no es tanto el producto en sí mismo sino que el cliente alcance su objetivo. Y me refiero tanto a clientes externos como a los colaboradores y al equipo de trabajo. Por eso se considera “uno con su cliente”.
Por último, cada vez es más necesario que un Director de Proyecto cuente con habilidades y competencias digitales, y estar al tanto de las actualizaciones y novedades que surgen en este entorno. Esto le permitirá adaptarse a los proyectos del futuro.
Mientras el talento es innato y único, las habilidades pueden desarrollarse con perseverancia a lo largo del tiempo, siempre que se cuente con ellas al menos de manera embrionaria, ya que la gestión de un proyecto es un reto al que hay que responder con seguridad. Un Director de Proyecto difícilmente cuenta con todas las habilidades que precisa, y siempre habrá algo que le falte y necesite desarrollar. Por este motivo, en un mundo que se mueve ágilmente, es muy importante que el Director de Proyecto desarrolle estas habilidades hasta convertirlas en hábitos que se reflejarán en cada e-mail que envíe, cada pregunta que haga, cada reunión que conduzca. La clave está en conocerse a uno mismo, en reconocer los distintos patrones de comportamiento que existen para descubrir cuáles son aquellos que necesita desarrollar, y trabajar para fortalecerlos en un proceso de cambio autodirigido.